Renta básica universal: ¿libertad para los trabajadores?

«La renta básica universal (RB) o renta básica incondicional (también llamado renta básica, garantía básica del ingreso, demogrant universal,1 ingreso ciudadano (IC) ) es una forma de sistema de seguridad social en la que todos los ciudadanos o residentes de un país reciben regularmente una suma de dinero sin condiciones, ya sea desde un gobierno o alguna otra institución pública, además de cualquier ingreso recibido de otros lugares. Es un derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva.»

Wikipedia


Fuente: Libcom

Un artículo sobre porqué los trabajadores deben oponerse a la automatización a menos que podamos llevarla a cabo defendiendo a nuestros propios intereses y porqué una renta básica universal no va a ser la respuesta al empobrecimiento resultante.

¿Qué libertad hay en el sistema salarial, en el sistema de propietarios y no propietarios, cuando la mayoría debe vender sus facultades físicas y mentales, su tiempo con sus familias y amigos, su libertad de ser quienes y qué son, para obtener lo que necesitan?

¿Qué justicia hay en un sistema donde los que hacen la gran mayoría del trabajo ven poco del producto de él? ¿Dónde encontramos a la justicia en un sistema en el que los trabajadores que crean la riqueza no ven casi nada de eso?

La idea de plantear una Renta Básica Universal como una solución a este problema es fascinante. Es un reconocimiento de que la vida y la existencia humanas tienen valor más allá de la capacidad de una persona de realizar algún trabajo. Y aunque, al igual que el sistema de beneficios y el National Health Service (NHS) [Servicio Nacional de Salud de Inglaterra], podría ser una importante y bienvenida concesión otorgada a los trabajadores, no es el bálsamo para curar todos los males. Ciertamente no si se postula como un reemplazo al por mayor para el sistema de beneficios actuales.

La Renta Básica Universal (RBU) es en su corazón un poco más que un cambio al sistema de beneficios existente. Hace poco para abordar la necesidad de un cambio real en las relaciones de producción. Hay poco realmente radical en la RBU en estos términos.

Puede que, por una cantidad relativamente pequeña, posiblemente se eleve la suerte de los que están peor, pero al ignorar a la naturaleza oportunista y antihumana del capitalismo nos estamos arriesgando. El capitalismo tiene el hábito de dar con una mano y quitarte con la otra. La producción todavía se realizará sobre la base del lucro y no de la necesidad. Un pequeño número de personas seguirá acumulando más y más riquezas a expensas de los que viven de las migas de la RBU que caen bajo la mesa. ¿Cómo aseguraríamos que la RBU es y sigue siendo suficiente para que la gente no sólo siga adelante, sino para que viva una vida plena si la producción todavía se lleva a cabo con fines de lucro y si los capitalistas siguen dispuestos y capaces de desplumar a la gente por las pocas migajas que obtienen?

Al final del día, los beneficios que obtendremos con la libertad para perseguir nuestro propio ocio sólo cambiarán en grado y no en especie. Todavía estaremos limitados a lo que podamos permitirnos, y lo que podamos permitirnos no cambiará tanto como creemos que sería. Nuestras vidas todavía girarán en torno a los precios y la disponibilidad de las cosas. Incluso las necesidades básicas de la vida seguirían siendo tratadas como mercancías para ser producidas, compradas y vendidas sobre la base de las ganancias y no producidas y distribuidas libremente en función de las necesidades. La RBU no democratizará los lugares de trabajo donde todavía se requiera trabajo humano. No democratizará la producción y la distribución donde este trabajo haya sido automatizado. No reorganizará la producción sobre la base de la necesidad sino que lo hará por el lucro.La RBU no es la solución que necesitamos al problema de las relaciones de producción entre los capitalistas y las personas que actualmente se ven obligadas a vender su trabajo para vivir.

Las personas que necesitarán la RBU para sobrevivir todavía dependerán de que una clase política y capitalista esté dispuesta a permitirles los medios para esa supervivencia. Existe el peligro de vender la RBU como una solución a la pobreza y la desigualdad. La RBU no es nada de eso. No cambia casi para nada la relación entre las clases propietarias y las clases no propietarias, y aquí es necesario un cambio radical si queremos salvaguardar nuestra libertad de vivir contra los buitres propietarios. Necesitamos estar a cargo de nuestro propio destino.

¿Qué sucede si se produce un cambio de circunstancias en el que la automatización de la mano de obra ya no es rentable o viable, o cuando llegue una nueva industria que requiera un suministro significativo de mano de obra humana? Los capitalistas estarán bajo presión para encontrar esta oferta de trabajo y ejercerán presión sobre los políticos para que hagan cambios que faciliten la obtención de este suministro. ¿Estaríamos en condiciones de resistir a la retirada parcial o total de nuestros medios de vida que podría resultar a causa de esto, obligándonos a volver a trabajar como asalariados?

¿Con las tendencias actuales de los costos de educación, salud y transporte para los trabajadores, una gran parte de nuestra RBU se gastará para obtener esta educación para nosotros y nuestros hijos? ¿Lo utilizaremos para pagar la atención sanitaria privatizada y las tarifas de autobús y tren más caras? ¿Será una excusa para cortar más ayuda para aquellos que aún estarían con necesidades, incluso con la RBU? ¿O se cancelarían las pensiones?

Y con más voces a la derecha del espectro político remoloneando con la idea de una renta básica universal en sus términos, necesitamos reconocer que la RBU parece ser simplemente un ajuste a la manera en que el capitalismo funciona actualmente. No ofrece un desafío fundamental al capitalismo. Si lo hiciera, ningún defensor respetuoso del capitalismo lo consideraría. Examinemos brevemente el fundamento sobre el cual se construye el capitalismo.

La base del capitalismo descansa en la relación entre el capitalista y el trabajador. El trabajador debe vender su trabajo para poder vivir. El capitalista necesita ese trabajo para producir cosas para vender. Así, un capitalista comprará y poseerá las materias primas, herramientas, etc. necesarias para la producción y luego contratará a los trabajadores para que trabajen con las herramientas y las materias primas para producir lo que el capitalista les dice a los trabajadores que produzcan. Los trabajadores utilizarán las herramientas para convertir las materias primas en algo que el capitalista vende.

Hasta ahora, muy lógico. Pero veamos un poco más de cerca la relación y como se beneficia al capitalista. Digamos que el capitalista posee una fábrica que hace mesas de madera. Esto significa que necesita comprar una cantidad de madera y las herramientas para hacer las mesas (martillos, clavos, pegamento, etc). También necesita que los trabajadores vengan y usen las herramientas para convertir la madera en las mesas que luego venderá. Digamos que gasta 10 en las materias primas para una mesa y cuando está terminada la mesa vale 20. El trabajador que que convertirá a las materias primas en una mesa utiliza sus habilidades y energía, toma las materias primas y les añade valor en la forma de una mesa terminada. El capitalista le paga entonces al trabajador. La mesa pertenece inmediatamente al capitalista y el capitalista la vende a 20.

Ahora veamos el proceso en sus términos más simples. El capitalista gastó dinero en herramientas y materias primas y en un trabajador para que construya la mesa. El trabajador ha utilizado el poder del cerebro y el poder muscular para convertir las materias primas en una mesa (que de inmediato pertenecerá al capitalista y no al trabajador), añadiendo 10 unidades de valor a las materias primas en forma de mano de obra. El capitalista entonces vende la mesa. Pero falta algo. ¿Qué le paga el capitalista al trabajador?

Si el capitalista le paga al trabajador el valor de su trabajo, este sería 10. El capitalista ha gastado 10 en materias primas y herramientas, y 10 en el trabajo para usarlas y producir una mesa de valor 20. El capitalista Luego venderá la mesa por 20. ¿Qué ganará con esto el capitalista? Ha gastado 20, y al final del proceso ha cobrado 20. Entonces, ¿cuál es el objetivo? Así el capitalista no gana nada.

Pero, ¿qué sucede si el capitalista paga 10 por las materias primas y las herramientas, pero sólo le paga 8 al trabajador por su trabajo? El capitalista vende la mesa por 20, pero sólo le cuesta 18 producirla. Lo que queda es la ganancia del capitalista.

Así que la clave está en la naturaleza de la relación entre el trabajador y el capitalista. No es probable que un capitalista le venda madera o herramientas a otro capitalista por menos de lo que le valga la pena. Entonces, ¿dónde encuentra un capitalista una razón para producir en primer lugar? La razón está en la ganancia, y esa ganancia es encontrada por el capitalista pagándole a los trabajadores menos que el valor de su trabajo.

Para hacer esto un poco más claro, considere que el capitalista rara vez le paga a un trabajador basado en el número de artículos terminados que producen. El capitalista le paga al trabajador para que vaya a trabajar y trabaje tan duro como sea posible por un tiempo determinado. Esto obscurece en cierto modo la verdadera relación entre trabajador y capitalista y conduce a la situación en la que el trabajador trabaja medio día para satisfacer sus necesidades inmediatas y el resto del día trabaja para crear riqueza sólo para el capitalista.

Esta relación entre el trabajador y el capitalista es fundamental para el funcionamiento del sistema capitalista. Es en el trabajo realizado por el trabajador más allá y por encima de lo necesario para satisfacer sus propias necesidades inmediatas donde el capitalista encuentra una razón para estar en los negocios. Esta relación es la base de las ganancias. Podemos verlo con más claridad, y se comienza a explicar la situación, donde la mano de obra es barata y donde se producen productos caros, lugares donde el salario semanal de una persona que cose zapatillas no es suficiente para que se compre un solo par de las zapatillas en las que ha estado trabajando durante toda la semana.

Cualquier campaña por una RBU se debe hacer con el futuro de trabajadores en mente y no simplemente apenas por una mejora en las condiciones inmediatas. La condicionalidad debe ser rechazada. Esto no es minimizar la importancia que ganar una RBU podría tener para la gente trabajadora, sino para enfatizar que la lucha debe ir más allá de esta concesión.

Con los de la derecha abiertos al concepto utilizando a la RBU como medio para sostener y reforzar las relaciones socioeconómicas existentes entre capitalistas y trabajadores, haciendo que la relación sea ligeramente más aceptable para los trabajadores sin poner en peligro a la posición privilegiada del capitalista en la sociedad, y al mismo tiempo frenando la idea de que la RBU sería suficiente para vivir cómodamente, un consenso sobre la naturaleza de la RBU es probable que sólo vaya a ser de compromiso. En esencia, los  trabajadores hemos sido reducidos, por la clase capitalista y los políticos que los apoyan, a herramientas de trabajo; a un engranaje en una máquina; esencialmente nacidos para trabajar para ellos, y para que con nuestro trabajo ganen dinero.

Si vamos a ser verdaderamente libres, necesitamos tener la libertad de perseguir nuestros objetivos donde, cuando y como nos parezca conveniente. El trabajo asalariado es fundamentalmente incompatible con esto. La visión de la derecha para la RBU es como un reemplazo para el sistema de beneficios ya establecido. Lo suficiente para la supervivencia y sólo porque los trabajadores muertos no pueden ser explotados. Esto es claramente de valor limitado para los trabajadores. La visión de la izquierda para la RBU debe ser como un paso en el camino hacia la verdadera libertad para los trabajadores y no como la solución a la pobreza y la desigualdad. Y no como un paso necesario, sino como un paso posible.

Lo que se necesita es un cambio fundamental en las actitudes hacia el trabajo y las relaciones que lo hacen necesario; Una izquierda que se preocupe mucho menos de la difícil situación del capitalista. En esto tenemos al menos una ventaja ya que la mayoría de la gente ya odia al trabajo y se resiente de tener que hacerlo. Las personas se sienten infravaloradas y mal pagadas porque lo están. La gente puede ver la inequidad en su relación con sus jefes. Lo que no se ve tan bien es el hecho de que literalmente estamos vendiendo nuestra capacidad de trabajar y un buen tercio de nuestras vidas, renunciando en este proceso a nuestra libertad, para poder vivir. Pero la gente no nació simplemente para trabajar. Lo sabemos instintivamente y valoramos más nuestras vidas porque a ninguno de nosotros nos gusta el trabajo, pero esto se equilibra con la necesidad de trabajo para la gran mayoría. Si no lo hacemos, no podemos vivir para nada. Estas son las condiciones que nos impone el capitalismo.

Necesitamos continuar la tarea de intentar reconstruir la sociedad y reconocer las reformas del capitalismo por lo que son: trampas útiles en ese camino. También tenemos que reconocer las amenazas a las condiciones de los trabajadores, como las planteadas por la automatización y las que plantea un compromiso desfavorable sobre la cuestión de la RBU. El capital está obligado a aprovechar las oportunidades que ofrece la automatización al mismo tiempo que intenta salvaguardar su posición dominante en la producción y la distribución. Y aunque la automatización ofrezca la esperanza de que un día termine el trabajo, debemos reconocer que la automatización llevada a cabo por el capitalismo está arruinando vidas y haciendo a muchos desvalidos, forzando a millones a trabajos precarios, mal pagos y cada vez más humillantes. Si bien la automatización sigue siendo un proyecto capitalista, los trabajadores no podrán beneficiarse de ella.

No podemos ignorar esto. No podemos poner nuestros huevos en una cesta ya ocupada por la RBU y permitir que el capital automatice a millones de puestos de trabajo existentes. Si la batalla por lo que es esencialmente una reforma del sistema de beneficios se pierde (y hay toda razón para sospechar que podría ser fácilmente así), entonces el potencial para el empobrecimiento de franjas de trabajadores es muy real. El establishment político no ha mostrado signos reales de preocuparse por los trabajadores. En los últimos 40 años se han registrado continuos e intensos ataques contra los programas de asistencia social y de seguridad social en todo el mundo desarrollado y no han mostrado ninguna señal de desaceleración. El ambiente no es exactamente ideal para la introducción de una renta básica universal favorable a la clase trabajadora. Sería ingenuo pensar que la RBU no se atrincheraría rápidamente en la misma guerra ideológica, pesadilla burocrática y legislativa donde el actual sistema de prestaciones está atrapado y que lo ha sido durante el proyecto neoliberal. Con los programas de bienestar y salud financiados con fondos públicos bajo constante ataque en todo el mundo neoliberal, sería ingenuo creer que en este ambiente la introducción de la RBU favorecería los intereses de la clase obrera sobre los de los capitalistas.

La Renta Básica Universal no ofrece alternativas concretas al actual sistema de salarios. No apunta hacía una manera de transformar las relaciones de propiedad existentes. Está diseñado específicamente para trabajar dentro de esas relaciones sociales, para apoyarlas y, en el mejor de los casos, ofrecer las más escasas concesiones a las personas que se ven obligadas a vender su capacidad de trabajo. Muchos seguirán necesitando recargar este ingreso realizando trabajos asalariados. Tampoco hace ningún esfuerzo por sí solo para atender las diferentes necesidades de las personas que puedan tener discapacidades o que, por ejemplo, puedan tener una familia más grande que mantener. Con todos sus defectos, y hay muchos, esto es algo que el actual sistema de beneficios realmente ofrece.

Simplemente nacionalizar un negocio, servicio o industria tampoco va a ayudar a desarrollar más democracia. Las personas que trabajan allí, y los trabajadores en general, no tendrían más control sobre cómo se opera el negocio o qué sucede con el producto de su trabajo que cuando el negocio estaba en manos privadas. La nacionalización sin abordar la relación entre empleador y empleado es simplemente un caso de intercambio de un grupo de expropiadores y facilitadores por otro.

Lo que se necesita es una reevaluación completa de los objetivos de la izquierda. El movimiento sindical se ocupa de salarios más altos, a veces con horarios más cortos (o por lo menos limitando los aumentos de horas), protegiendo los empleos, pero nunca, al parecer, con la forma en que se organiza la producción y la distribución. Tales preocupaciones son empujadas a los márgenes del discurso izquierdista. La renta básica universal sigue siendo una preocupación marginal para la izquierda dominante, pero está ganando cada vez más fuerza en los círculos liberales. Sin embargo, no es suficiente para abordar el verdadero problema económico que enfrentan los trabajadores y la sociedad en general: el problema de cómo debemos organizar la producción y la distribución de lo que producen los trabajadores. De hecho, no intenta abordar este problema para nada.

Necesitamos hacer de la democracia económica de nuevo una piedra angular del pensamiento de la izquierda. Tenemos que ofrecerle a los trabajadores un futuro en el que decidan democráticamente, y en colaboración con la comunidad en general, qué producir, cómo producir y cómo distribuir. No podemos simplemente conformarnos con la automatización y la RBU, ni con la nacionalización de la industria. Para cambiar realmente al capitalismo, necesitamos cambiar su núcleo: la relación de los trabajadores con la producción, la apropiación y la distribución del excedente que crean. Mirando el problema de esta manera, es mucho más fácil ver cómo la captura del estado por el electoralismo o la fuerza no es realmente un paso necesario en este camino. De hecho, cuando el estado ha sido capturado por un partido de vanguardia, en las décadas en que se dieron estos regímens fueron tomados muy pocos pasos en este camino hacia la democracia económica. La relación básica entre los trabajadores y sus empleadores y facilitadores permaneció prácticamente sin cambios.

Parece que tenemos un largo camino por recorrer con la persuasión de los sindicatos que ni siquiera tienen la visión de ofrecer una alternativa a la renovación de Trident [programa nuclear del Reino Unido]. Es aquí donde la socialdemocracia contemporánea puede ofrecer una de sus pocas lecciones positivas, con la batalla sobre la naturaleza, la influencia y la política del Partido Laborista británico en los dos años anteriores. La historia está lejos de ser escrita, pero al menos demuestra que tal cambio dentro de una casa previamente condenada, y ante la obvia oposición de los medios de comunicación, puede ser al menos posible.

Con el continuo impulso capitalista hacia la automatización para reducir los costos laborales, el sistema capitalista se arrastra hacia una gran contradicción: cada vez menos trabajadores reciben cada vez menos dinero, ¿cómo mantendrá y reproducirá el capitalista los mercados para los que está produciendo? Aquí podemos ver una situación en la que los capitalistas podrían favorecer a la RBU, al menos para los trabajadores de las economías desarrolladas, donde el costo del salario de un trabajador es lo más convincente para que el capitalista aumente la automatización o la deslocalización de puestos de trabajo. Acelerar la automatización como un proyecto capitalista, continuará erosionando a la fuerza de trabajo organizada, también hará que la organización industrial en las economías desarrolladas sea una perspectiva cada vez más difícil. No hay razón para que los capitalistas no crean que podrían reproducir las condiciones del capitalismo inicial en las economías en desarrollo y que sigan acumulando ganancias con estas economías. Una renta básica universal en las economías desarrolladas puede ser vista por el capital como otra concesión, sólo una manera de mantener a las poblaciones más bajas de las economías desarrolladas lejos de su puerta mientras el capital realiza este proyecto.

Esto es esencialmente una continuación e intensificación de la explotación de estas economías en desarrollo en gran medida en beneficio de los capitalistas de las economías desarrolladas, pero también de algunos beneficios para los trabajadores aquí, que por lo menos a corto plazo podrán seguir beneficiándose de los bienes baratos fabricados en estas economías en desarrollo. A largo plazo, no hay ninguna razón por la que el capital no pueda revertir tales concesiones una vez que se hayan establecido mercados rentables en las economías actualmente clasificadas como países en desarrollo. Sería un error pensar que la introducción de una renta básica universal en las economías desarrolladas necesitaría, desde el punto de vista del capital, ser un estado de cosas permanente. Los últimos 40 años de hegemonía neoliberal nos dan una lección aquí, con las concesiones hechas en la posguerra a la clase obrera que ahora están bajo constante ataque. A largo plazo, con una renta básica universal financiada por el aumento de la tributación de los ricos y las empresas, es difícil verlo al capital feliz con una situación en la que están esencialmente apoyando a mercados occidentales, pagándole a los consumidores en las economías desarrolladas para que compren sin recibir algo sustancial como el trabajo productivo a cambio. Los capitalistas son más propensos a abandonar a las economías desarrolladas de la misma manera que lo hicieron con las antiguas comunidades de los centros mineros de Gran Bretaña y Detroit que ya habían estado a favor del desarrollo y la expansión de los mercados en Asia y Sudamérica.

De manera realista, sin la presión extrema de un movimiento obrero desde las bases que amenace a algo que los capitalistas consideren peor, se propondrá una Renta Básica Universal a tanto alzado como un reemplazo total o parcial del sistema de prestaciones vigentes y solo sería en beneficio del capital. El reemplazo del actual sistema de beneficios por una renta básica universal podría ser visto por el capital como un intercambio favorable. Aunque la introducción de la renta básica universal sin recortes a los beneficios existentes sería una concesión bienvenida para los trabajadores, esto es muy poco probable en el clima actual. Una versión de compromiso que toma muy poco en cuenta las necesidades individuales de los receptores no sería más que un medio para sostener las relaciones de producción existentes, proporcionando otra pierna para los capitalistas, los rentistas y el sector bancario.

Los trabajadores necesitan soluciones más radicales. El objetivo último debe ser no apuntalar al capitalismo, sino destruirlo. Derribar la relación entre empleador y empleado. Abolir la raíz de nuestra miseria económica -el empleador, el rentista y el banquero- y tomar el control de nuestra propia vida laboral por cualquier medio necesario. Esto debe comenzar con una lucha para controlar el terreno en el que esta batalla se está luchando, pero abrumadoramente parece que el enfoque esta en la lucha por algunas migas extra de la mesa. Con las condiciones de tantos trabajadores en juego, ceder terreno al capital sobre el tema de la automatización y esperar que los capitalistas y los gobiernos intervengan para mitigar sus efectos es una estratagema peligrosa para la izquierda. Parece un gambito. Pero es un gambito que millones no pueden permitirse. Estamos en peligro de estar sujetos a otra capa de las contradicciones y caprichos cíclicos del sistema capitalista. Lo que se necesita no es una concesión de terreno de los capitalistas y políticos en lo que se refiere a la automatización sino la visión de que los trabajadores tomemos el control del proceso por nosotros mismos para liberarnos de la miseria del trabajo asalariado.

Publicado por
Sala de anarquía
Dic 13 2016

Fuente: Libcom


Y siempre está el hecho de que nos pueden decir que para seguir cobrando una renta básica universal haya que plantar soja o hacer megaminería:

«Sucede que el despegue económico de los últimos años y los avances sociales registrados en casi todos los países se explican en buena medida por el boom de los commodities, y la renta que habilitan es apropiada por el Estado y, con mayor o menor éxito, redistribuida. A uno podrá gustarle más o menos, pero habrá que reconocer que los ingresos extraordinarios y la ampliación del gasto social están relacionados. En términos argentinos, hay un vínculo entre el monocultivo sojero y la Asignación Universal, y ése es, desde mi percepción, el punto ciego del correcto razonamiento planteado por Carta Abierta cuando alerta sobre la imposibilidad de una política social inclusiva sin retenciones: lo que falta decir es que para que haya retenciones tiene que haber soja, y para que haya soja tiene que haber glifosato.

José Natanson, Le Monde Diplomatique

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